– Una decisión difícil –
Autores
Eduardo Poggi &
Ada Inés Lerner
La
única solución sensata era dejar el juego, porque Marianella no creía factible
matar a Gustavo por dinero: lo había llenado de astas, pero ese era su límite.
El límite de una esposa infiel es el engaño, se decía ella cada vez que se
miraba en el espejo tratando de convencerse; la muerte forma parte de un ámbito
al que no pertenezco. Al menos, esas fueron sus convicciones hasta que se le
presentaron los
dos brutos que la levantaron en el Toyota de su exjefe, el dueño del garito
que frecuentaba.
―Nena ―dijo el exjefe sentado a su lado en el asiento trasero
--el adelanto que perdiste lo saqué de mi caja, no de la tuya.
Podés devolverlo al contado o en especie ―lo dijo apoyándole una mano
en la rodilla―. Como prefieras.
—A ver, explicáme las alternativas claras, porque soy un poco tonta, ¿sabés? —replicó Marianella con su mejor cara de no entender.
El exjefe se tragó el camelo, sin sospechar que ella lo estaba caminando.
—Eliminás a tu marido o venís a mi pisito cuantas veces yo quiera —dijo avanzando la izquierda de ella hacia su hombría.
dos brutos que la levantaron en el Toyota de su exjefe, el dueño del garito
que frecuentaba.
―Nena ―dijo el exjefe sentado a su lado en el asiento trasero
--el adelanto que perdiste lo saqué de mi caja, no de la tuya.
Podés devolverlo al contado o en especie ―lo dijo apoyándole una mano
en la rodilla―. Como prefieras.
—A ver, explicáme las alternativas claras, porque soy un poco tonta, ¿sabés? —replicó Marianella con su mejor cara de no entender.
El exjefe se tragó el camelo, sin sospechar que ella lo estaba caminando.
—Eliminás a tu marido o venís a mi pisito cuantas veces yo quiera —dijo avanzando la izquierda de ella hacia su hombría.
—Sin
límites, no. —dijo Marianella.
Y mata a los tres, no tiene necesidad de concretar la devolución del dinero.
Sin embargo, quien mató una vez, ¿otra raya al tigre que le hará?
Regresa a la casa, mata al esposo, y con el dinero… ¡sigue jugando!
Se había cerrado el trato.
Y mata a los tres, no tiene necesidad de concretar la devolución del dinero.
Sin embargo, quien mató una vez, ¿otra raya al tigre que le hará?
Regresa a la casa, mata al esposo, y con el dinero… ¡sigue jugando!
Se había cerrado el trato.
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