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Competencia —
Autoras: Ana María Caillet Bois, Ada Inés Lerner
Acudí presurosa
aquella mañana respondiendo a un aviso de una agencia de trabajo. A pesar de
que llegué temprano había dos chicas antes que yo. Puede ser necesario, decirles
que soy una mujer joven, de figura agradable, con título universitario y
regular manejo de dos idiomas extranjeros. Me interesaba ese empleo y comencé a
pensar seriamente en la forma de “deshacerme” de mis dos rivales, cuando más de
una.
Siempre llevo en mi cartera lo necesario
para una eventualidad. Le avisé a la jovencita que estaba delante de mí que iba
a comprar pastillas, que me guardara el puesto. Crucé a poner en orden los
elementos necesarios para deshacerme de mis dos rivales, nada de matar a nadie,
simplemente lograr que se retiraran.
Volví a mi lugar en la fila, a la joven que
estaba delante por un descuido mío el paraguas se enganchó entre sus piernas y
le rompió las finísimas medias por lo que se retiró sin aguardar. La otra entró y
salió, ¡vaya a saber porqué! Con mi traje sastre muy elegante fui llenando las
solicitudes y contesté las preguntas que me realizaba el entrevistador.
Llamó mi atención que al terminar me dijo que
por la gran cantidad de aspirantes cobraban un mínimo de 100$. Los pagué y salí
a esperar los resultados. Quedé para el puesto y a la mañana siguiente cuando
me presenté al trabajo no existía ni la agencia, ni el portero, ni el
entrevistador.
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