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— Nunca debí
volver — Ada Inés Lerner
—La hipótesis intraterrestre defiende que el origen
del fenómeno OVNI —decía Alberto mientras esperaba que su cortado se enfriara
—está en el interior de nuestro planeta.
— ¿Crees en
la premisa de la hipótesis intraterrestre? —refutó Jorge G. —explícame porqué
todos los países más avanzados los buscan en el Universo.
—La
existencia de civilizaciones en otros planetas es por conveniencias económicas
—refutó Alberto —Si los intraterrestres
fueran civilizaciones evolucionadas, no como la que destruyó la Tierra ¿no
habría espacio físico independiente ni posibilidades de progreso para los
humanos?
— Nunca
debí volver. --- les dije a modo de reflexión. Fue una mala idea. Ayer pertenecía
a la UAC Universal,
fui doctorada en exo biología en sus
laboratorios científicos y en los viajes espaciales de investigación a Saturno
y a Titán, la aclimatación y sus peripecias me han dejado en el alma y en el
cuerpo algunas huellas ---el silencio de mis compañeros de mesa me animó a
continuar ---No previne que en mi pueblo y en el planeta todo, el éxodo había
cambiado el paisaje, el humor de la gente, la vida en general; mi mejor amiga
tiene una relación con un sistema operativo, lo ama, sí, ella lo ama y él a
ella.
La veo
caminar por las calles o tomar un cortado mientras escucha sonriendo a su amado
por un microscópico auricular insertado en su oído izquierdo.
Es algo
raro, me parece, dice que está enamorada de él no sólo porque es rápido y
eficiente, sino porque es cálido y atento, está cerca siempre, en su teléfono
inteligente, en su casa, en el trabajo, en fin, ella lo corporiza con el
aspecto de George Clooney y donde más lo necesita.
Dice que hace el amor más ardiente que su ex
marido.
— ¿Cómo?
—le pregunté
—Un grupo
de cirujanos especialistas en estética cyborg me implantó un puerto USB, ¡te
imaginas dónde! —dijo entre risas —y Georgy tiene una prolongación ideal que no
necesita lubricante y me hace feliz.
— ¡Claro!
—dije horrorizada
—Su voz me
acaricia con canciones mientras duermo y me mira arrobado, yo lo acaricio y él
aúlla como un lobo —y agregó —como un lobo feroz, dice que yo soy su
Caperucita.
Mientras,
mi amiga suspiraba y me presentaba a su amigo en una laptop de cristal negro sentí
que ella, en su locura, estaba realmente enamorada.
Entiendo
que ya es difícil enamorarse en esta época, en esta sociedad… es raro, pero la
veo tan feliz que temo llegar a mimetizarme en una relación de a tres.
Y no es el
único caso porque donde estaba el lugar de la calesita de mi infancia instalaron
un gran salón con boxes privados con servicio de bar donde los concurrentes pueden
suplantar el silencio de sus vidas.
Muchos,
demasiados locales han sido absorbidos y están tan al paso…
En los
suburbios más pobres, todavía no llegan, porque hay baldíos marcados por la
basura radioactiva que cae de los satélites artificiales.
Los
cómplices de mi adolescencia se han ido ¡vaya una a saber adónde! y ni las
paredes de las casas han quedado en pie en el sitio en que yo había sido muy
feliz: a pesar del entrenamiento, resguardo los recuerdos de mi infancia de
pueblo.
Las
antiguas casas de la partera y la farmacia ya no están, Defensa Civil, casi
inexistente, alguien levantó un edificio profundo donde funciona un refugio y
cada tanto una alarma llama a los sobrevivientes, antes de entrar los examinan
con el láser y luego les dan un hogar de acero sin ventanas ni el calor del sol,
cada vez más lejano.
Mi amiga dice que las parejas, algunas
casuales buscan “su rincón”, si alguno no tiene casa propia, es ideal.
Ayer yo no
conocía los resguardos y hoy sé que están obsoletos aunque imprescindibles pero
¡tan cerca de mi escuela! donde todavía se enseña y se aprende, para una que ya sabe que por ahí no pasará el
futuro y porque es difícil regresar donde las ilusiones ya no crecen como la
enamorada del muro.
No, gracias al progreso y a la tecnología nada
dura para siempre. Al pasar por esos lugares eché de menos a alguien que en su
momento estuvo a mi lado y hoy se fue ¡quién sabe adónde! Quizás acompañando a otra, que ni siquiera
puedo odiar.
Si él regresa y no me reconoce será porque él
tampoco es el mismo.
Y es posible que lo peor de esta visita sea
que pasé por el viejo y ruinoso bar, el único que quedó vivo mostrando la piel
ajada de una necesidad humana del vicio y me reconozca, sea “el malo de la
historia” y me diga con la misma voz burlona.
— Pero si
sos vos, ¡Hola Raquelita!, la novia de la juventud, tengo amores con una extraterrestre,
uno de las tantas que invadieron nuestra ciudad. Ahora no existen más los
sexos, ellos son los dueños. ¿Querés conocer a mi amiguita? Tenemos un hogar
moderno.
Me alejé rápido de él. Nunca debí volver.
Nadie me respondió.