Respirar
Creía estar solo, o quizás no.
Era difícil saberlo, porque la casa estaba llena de ruidos que impedían discernir incluso mis
propios pasos en la crujiente madera o los tembladerales que producían las paredes al
entrechocar entre sí.
Todo parecía estar moviéndose a un mismo tiempo.
No parecía ser un derrumbe, sino alguna clase de respiración de los objetos
materiales.
No tengo porque asombrarme, sabemos que los objetos materiales
tienen vida propia, que respiran, se enamoran, se fatigan y envejecen cada uno a
su tiempo y forma.
Yo había puesto sobre la repisa dos conejitos, un Buda, un Clave de Sol, y una
Diosa Chia que me regalaron en Estambul.
Pronto el Clave de Sol estuvo más cerca de la Chia ó Diosa Luna (como la llaman)
y engendraron estrellitas que adornaban la cabeza de la Chia.
Buda dijo "No hay incendio como la pasión” Los conejitos se incendiaron…
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