EL UNICO ESCRITOR SOY YO - DON QUIJOTE

Relato en pequeño formato - En mi voz -- Amigos

viernes, 26 de febrero de 2016

Medio siglo: Amigos – Ada Inés Lerner




Medio siglo: Amigos – Ada Inés Lerner: Esta mañana caminaba por la plaza, recorría sus veredas centrales cuando me crucé con un ser poco convencional. No me asusté. A mi edad he aprendido que son más
peligrosos los “normales”. Los que compran una mascota de pura raza. Aquellos
que detrás de un escritorio conspiran por una oficina más grande, por un
cartelito en la puerta con su nombre en letras doradas. Temo a los que
ambicionan una casa tan grande que no les alcanzaría el día para recorrerla. Un
automóvil tan poderoso que difícilmente pueden controlarlo. 


El caminante de la plaza era un
joven con una mochila de tela en un hombro y una guitarra en el estuche;
sonreía a las mariposas, saludaba a los pájaros con su mismo canto y caminaba
al compás del sol que ascendía en el cielo. Me saludó con cordialidad, como
corresponde a los pares, y siguió caminando hasta que desapareció entre las
flores. 
Estoy segura que podría ser mi
amigo, uno más de mis amigos, de los que se abrazan con los álamos plateados o
los aromos en flor, los que recorren el cielo en globo o los que juegan con los
delfines. 



domingo, 21 de febrero de 2016

Breves no tan breves: Refugiado - Ada Inés Lerner




Breves no tan breves: Refugiado - Ada Inés Lerner: Confundidos por el polvo del desierto sus ojos como barcos muertos ya no distinguen el borde del abismo, ni el sendero escarpado, ni esa piedra antigua del animal
rastrero que sobrevive casi como él mismo. 
Huye porque si, ya no pregunta por
la libertad posible, no busca la fuente para su sed ni responde por los dioses
que lo aturden con su silencio.
En el miedo secular que lo inunda, intuye que
la sinrazón puede o no estar en la sabana amarillenta y estéril o más allá de
una frontera cualquiera, no importa dónde, para él será igual.
No oye los
gemidos ni los gritos a su alrededor.
Su cuerpo es un pájaro pesado y torpe, no
recuerda en qué árbol perdió su nido; sólo puede seguir y seguir y tropezar con
esqueletos de bestias; no puede caer derrumbado y tampoco puede detener el paso
para conmoverse, menos a yacer en paz: el niño que aún gime de sed sobre sus
hombros lacerados le exige seguir errando peregrino.
Cuando cae, sus huellas ya
estaban borradas. 


Breves no tan breves: El pacto - Ada Inés Lerner





Breves no tan breves: El pacto - Ada Inés Lerner: Siempre pensé escribir algo sobre un pacto que me hubiera gustado hacer con el Diablo.
Creía haber leído todas las historias sobre el tema en forma
de novela, cuento, relato que se conocen.
Claro que en cada relato el hombre o
mujer ¿víctima? que pactaba con Mefistófeles deseaba algo en particular.
Ya
conocemos los clásicos: el conocimiento, la juventud, la belleza, la fortuna,
el poder. Y luego todos sus derivados que sería largo de enumerar.
En cambio yo
siempre deseé lo mismo: trascender y me imaginé que era un pedido sencillo y
lograría la promesa del diablo.
Estoy conciente de que a partir de ese momento
el alma está perdida. Por eso esperaba no pactar por una obra literaria, sino
por la grandeza de toda mi obra.
El pacto, en realidad, seduce al Diablo porque
eso lo halaga. Se le está reconociendo identidad. Algunos dudamos de que Dios existe.

Sin embargo nadie duda de que el Mal exista.
Lo llevamos dentro nuestro. ¿Cómo
negarlo?
Hasta la Santa Madre Iglesia nos llama “pecadores” reconociendo
nuestro status. Para el Diablo es esencial que reconozcamos que hicimos EL
PACTO…
Y hay algo más, nos prometen el infierno cuando el infierno ya existe:
es aquí y ahora, esta vida plena de dudas, de dolor, de desafíos imposibles de
aceptar o vetar, elegir o no, ni siquiera el amor nos salva porque, dicen,
también es pecado.


Breves no tan breves: Teatro – Ada Inés Lerner



Breves no tan breves: Teatro – Ada Inés Lerner: —Así, algo así, adviene con los zombis —señaló el antropólogo Ernesto Sabes—, criaturas de origen vudú, ajenas al lenguaje y el deseo.
Esto fue producto de una situación
ajena a sus deseos pero necesaria para enfrentar a su enemigo. Atrincherarse
bajo tierra para emerger desde ahí y poner en fuga a los invasores. 


Claro que
ya no volvieron a ser los mismos.



El público, la mayoría estudiantes blancos, algunos indiferentes, otros
horrorizados, permanecían en silencio durante la hora que duró la conferencia.

—Ahora son indiferentes y harapientos —continuó el científico—, víctimas de
pócimas o de magia, los zombis son una multitud sin liderazgo. Y transitan
sordos a lo que no sea su hambre de carne humana…

Un murmullo se levantó desde el público hasta convertirse en un grito de
horror, dos seres como los descriptos por el antropólogo se dirigían hacia él
con un gemido nauseabundo.
La sola presencia de los sujetos en el escenario
hizo huir a un público delirante, sin que nadie volviera la vista atrás.

El antropólogo tendió sendos billetes a los dos actores, recogió sus
pertenencias y los tres se alejaron por la puerta trasera del salón.

Breves no tan breves: Palos diferentes – Ada Inés Lerner



Breves no tan breves: Palos diferentes – Ada Inés Lerner: Alicia murió, me dijeron. Hace 
unos meses. ¿No te enteraste?.
Repentino, fue repentino.
No se pudo hacer nada. Las palabras de siempre. No lloré. No la quería.
No me quiso nunca. Yo sé que no éramos del mismo palo.
La vida, el destino ¡qué se yo! nos habían bardeado por distintos rumbos
y cuando nos conocimos, simplemente, no congeniamos.
No hay química, suelen decir.

Alicia murió, me dijeron. Dejó una hija pequeña.
Pensé en que era una buena mujer. Aunque no éramos del mismo palo.
Alicia sabía defender sus ideales, ¡y los tenía! Y por eso yo le temía.
Era ese miedo ¿envidia? ese sentimiento sin nombre que el ateo siente frente
a los que tienen fe. Algunas veces intenté acercarme pero no hubo caso,
no me aceptaba.
Mi vida pobre, de costumbres aburguesadas, la irritaba.
Su militancia partidaria me fastidiaba.
Alicia murió, me dijeron. Los que tienen ideales, pensé, pagan un precio por
la vida. Los que creen, como Alicia, pueden roer las paredes, rodear el mar.
Ella lo sabía.
Alicia sabía de la eternidad de los dogmas.
Yo no. Yo creo en la fuerza de la historia y ¿en cambio?,
veo la muerte en el futuro.
No éramos del mismo palo.
Alicia murió, me dijeron, y yo también.

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: En la mira – Luciano Doti, Daniel Alcoba & Ada Iné...







LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: En la mira – Luciano Doti, Daniel Alcoba & Ada Inés Lerner: Hacía tiempo que cada cuadra de la ciudad era monitoreada desde la central de seguridad. Al principio había sido una herramienta necesaria:

los vigilantes podían advertir en
pantalla a todo ciudadano en actitud sospechosa, para dar aviso al móvil
policial más próximo y enviarlo al lugar en cuestión.
Durante el año 2025, esa
herramienta ya era utilizada para vigilar las actividades de cualquiera que
pretendiera desafiar a los comandantes, también para chantajear a quienes
tuvieran bajos instintos y altos ingresos e incluso para recomendar la captura de
los instintos sublimes desprovistos de rentas, puesto que no podían ser otra
cosa que profetas revoltosos que tarde o pronto acababan sublevando al vulgo,
haciendo la revolución. Eso empezó después del Concilio Vaticano XV que
instituyó el pleno sacerdocio femenino. Desde entonces las mujeres, además de
madres de familia, podían ser párrocas, obispas, cardenales, papas...
En el presente, 2027, las cámaras
vigilan sólo a curas y monjas que conspiran sin descanso y con sañuda
reciprocidad contra los vigilantes, comandantes y en especial contra aquellos
hombres casados que concurren con sus esposas a lugares sospechosos como la
Feria de la Verdura, la Exposición de los Frutos Multicolores, las granjas de
pollos y pollitos, y religiosos reaccionarios que osan visitar teatros, casas
de citas, casinos… Las cámaras ya no vigilan a swingers o a grupos de más de
dos personas en hoteles de alta tolerancia. Ahora la principal amenaza es el
clero revolucionario y su papisa.



viernes, 19 de febrero de 2016

Medio siglo: A salvo - Ada Inés Lerner





Medio siglo: A salvo - Ada Inés Lerner: Dicen que estoy loca. Puede ser. He despertado de un profundo sueño y he descubierto que me han robado el amor; sí, mi amor y yo fuimos abducidos por el Rey Osiris que había construido una nave y
nos llevó por las calles atestadas de hombres y mujeres; algunos hombres y
mujeres se reían de mí aunque otras personas le temen a él, se llenan de
espanto.




Y ese hombre, ese hombre al que amé, de pie en la puerta de
su jaula, grita: “¡Miren! ¡Está loca!”.
Alzo la cabeza, y al no ver el sol mi alma desnuda —desnuda
de tantas heridas—, se inflama y es así que me convierto en una loca.
No he podido recuperar libertad y seguridad en mis alas; la
libertad de la soledad y la seguridad de ser inabordable. No estoy a salvo: no
estoy a salvo del amor...

jueves, 18 de febrero de 2016

Nada dura para siempre

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Nada dura para siempre

Ada Inés Lerner - Luciano Doti - Marcelo Sosa



Los tortolitos, todavía huyendo del marido cornudo, se refugiaron en un hostal viejo, casi derruido, un poco lamiéndose las heridas que él les había infligido, pero gozosos de estos momentos de placer, más bien lujuria, que les deparaba la soledad.
Nada dura para siempre, dice la canción, y resultó que el esposo engañado, para tratarlo con respeto, tenía un amigo de un amigo del hermano de un comisario que había pasado
por la misma humillación y decidió tomar cartas en el asunto.
El policía se apersonó en ese hotel y solicitó hablar con el amante de la señora adúltera.
En realidad, era ella la que cometía la infidelidad, la falta al matrimonio, aunque en la
mentalidad machista del comisario, un hombre sólo podía hablar con otro hombre.
Era él el que se había llevado una hembra que no le pertenecía; ni hablar del hecho de
que ella había dado su consentimiento: la voluntad de una mujer casada no valía nada.
La charla giró en torno a asuntos pasados, imposibles de rectificar. El daño ya había sido
hecho, nada podía hacerse para reparar el honor del marido engañado.
Ademanes, gritos, contoneos nerviosos y pitadas de cigarros negros se sucedieron en una
coreografía infernal que fue caldeando los ánimos hasta que todo se llenó de electricidad.
Tres disparos al amante y siete a la infiel fue el saldo de esta excitante aventura siniestra,
que mientras duró, los había hecho sentir tan vivos.



viernes, 12 de febrero de 2016

A.I.Lerner invitó a C.Vitale


La flor 
Cristian Vitale


Pensó que cuando al fin llegara y le diera la flor esa flor no sería la misma flor que salió de su jardín. Pensó que tampoco esa flor era flor ahora cuando nadie más que su jardinero sabía de ella.
Se preguntó entonces con creciente y vacilante terror si la flor existía.
Se preguntó qué cosa era la cosa que aún no había nacido.
Qué cosa era la cosa que ya se había muerto. Qué fisura o abismo se
abría entre la flor arrancada y la flor recibida. ¿Era la flor la fisura?
¿Era la flor un abismo? ¿Era la flor el espacio hueco y vacuo entre la tierra cultivada y la mano regalada? ¿Era la flor otra cosa anterior a todo tallo,
todo pétalo, toda semilla, toda tierra y toda mano? ¿Era la flor posterior
a todo eso? ¿Era la flor el perfume que queda de un azar? ¿Era la flor
la lluvia? ¿Era la flor la sangre de sus manos cayadas? ¿Era la flor un
silencio palpitante y vibrador? ¿Era la flor un futuro incierto o apenas
entrevisto? ¿Quién da a quién la flor? ¿Quién la recibe de quién?
¿Era necesario que fuese la flor algo de todo aquello? ¿Seguiría después
de este silencio con su oficio mudo de jardinero? ¿Todas las flores van al cementerio?


en 
AL PRINCIPIO FUE LA URGENCIA

jueves, 11 de febrero de 2016

BIFICCIONES: Respirar – Alejandro Bentivoglio & Ada Inés Lerner...



BIFICCIONES: Respirar – Alejandro Bentivoglio & Ada Inés Lerner...: Creía estar solo, o quizás no. Era difícil saberlo, porque la casa estaba llena de ruidos que impedían discernir incluso mis propios propios pasos en la crujiente madera o los tembladerales que producían las paredes al entrechocar entre sí. Todo parecía estar moviéndose a un mismo tiempo. No parecía ser
 un derrumbe, sino alguna clase de respiración de los objetos materiales.
No tengo porque asombrarme, sabemos que los objetos materiales tienen vida
propia, que respiran, se enamoran, se fatigan y envejecen cada uno a su tiempo y forma.
Yo había puesto sobre la repisa dos conejitos, un Buda, un Clave de Sol, y una
Diosa Chia que me regalaron en Estambul. Pronto el Clave de Sol estuvo más cerca de la
Chia ó Diosa Luna (como la llaman) y engendraron estrellitas que adornaban la cabeza
de la Chia. Buda dijo "No hay incendio como la pasión” Los conejitos se incendiaron…

BIFICCIONES: Bajo el mar - Fernando Andrés Puga & Ada Inés Lerner...





BIFICCIONES: Bajo el mar - Fernando Andrés Puga & Ada Inés Lerner...: Martina flotaba sin el menor esfuerzo. Se balanceaba con los ojos bien abiertos al compás de las olas entregándose a la contemplación de las nubes que adquirían formas precisas, para volverse
ambiguas al instante siguiente.

No quería volver y a medida que se alejaba de la costa los gritos de mamá se
volvían más

tenues, a pesar de que ella gritaba cada vez más fuerte.

De pronto algo le rodeó la cintura. Pegajoso, firme, sigiloso. Fue enroscándose
alrededor

del cuerpo de Martina y la sumergió con suavidad de modo tal que ella apenas lo
notó.

Entonces fue que, para su sorpresa, el agua que le inundó los pulmones no alteró
el ritmo

de su respiración. Muy por el contrario: trajo una sensación de alivio que
Martina jamás

había experimentado.Ya no podía ver las nubes. A su alrededor giraban peces
pequeños,

de colores vivos algunos y otros difusos, los había de aletas con escamas o
casi

transparentes. Marina estaba fascinada con los colores de las medusas y de
diversas

plantas. Aquellas parecían haber surgido de las rocas y otras se desprendían y
se

deslizaban graciosas. Marina notó que en el fondo el agua se había oscurecido, era
más

y más azul, sin embargo, ella podía distinguir las rocas, las algas adheridas,
y los

diferentes peces pequeñísimos y los había grandes que la miraban pasar como si
ella

formara parte de su mundo. En el silencio, se sintió tan feliz que abrió la boca
y un canto armonioso brotó de su interior. Marina ya pertenecía a ese infinito;
se dio cuenta que

hacía un rato que sus brazos nadaban libremente y las piernas les seguían el
ritmo. Todo

su cuerpo se deslizaba en el agua. Y aunque ella no lo supiera, una nueva
sirena había

nacido en el mar eterno.

miércoles, 10 de febrero de 2016

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Viajeros arrepentidos – Sergio Gaut vel Hartman, A...



LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Viajeros arrepentidos –

—Discúlpeme, señor —dijo el conductor del colectivo—, se lo digo con el mayor respeto: una vez que usted asciende al vehículo y ha pagado el pasaje, el mismo no se reintegra.



—Pero me arrepentí. Iba a la casa de Julia para pedirle
perdón, pero descubrí que no es

una buena idea.

—Sus problemas personales no son de mi incumbencia. Si se quiere bajar, hágalo,
pero el dinero no se devuelve. Hemos recorrido diez cuadras desde que usted
subió y esto podría ser solo una estrategia de su parte para viajar gratis.

—¿Usted me cree capaz de hacer algo así?

—He visto cosas peores, señor.

—¿Peor que haberme peleado con Julia? Imposible, nada puede ser peor —dijo el
pasajero ofendido.

—A mí me pasa algo parecido señor—dijo amablemente una señora del primer
asiento, apoyando la mano en su brazo—; hace años que hago este trayecto, al
principio me bajaba pero nunca me animé a tocar el timbre de la casa de mi
amado. Me he arrepentido mil veces de subir al colectivo, como de no haberle
pedido perdón.

El pasajero la miró sin entenderla y se animó a preguntar:

—¿Y nunca pidió devolución del pasaje?
Acerca de los autores: Ada
Inés Lerner
  Rolando
José Di Lorenzo
Sergio Gaut vel Hartman...

martes, 9 de febrero de 2016

Cuentos del Can Cerbero

El romance secreto del heredero de Frankenstein Resultado de imagen para Frankenstein



Autores: — Ada Inés Lerner, Omar Chapi, Rolando José Di Lorenzo

Entró en el laboratorio y lo primero que descubrieron sus ojos fue su mirada. No tenía la menor idea de cuánto tiempo había pasado fuera, ahora que regresaba ella estaba ahí esperándolo sin una pisca de reproche, sin un reclamo, por el contrario se sentía feliz de volver a verlo.
—Te he extrañado tanto— dijo ella con voz dulce.
—He tenido cosas que hacer —respondió él con un ligero sentimiento de culpa. Ella se acercó y le tapó los labios con un beso. Su aliento aún olía a formol aunque las demás funciones del cuerpo parecían normales.
—No importa —le susurró al oído —ya estás aquí y no vamos a perder el tiempo con reclamos.
Era una mujer casi perfecta. Perfeccionada por él en su laboratorio secreto de la vieja casona sabía complacerlo sin reproche; sin embargo, su obra maestra tenía un defecto. Pensaba demasiado, razonaba con total facilidad y rapidez como si en realidad fuera humana.
Muchas veces, él pensaba “¿Habré hecho el trabajo perfecto, esta criatura es en realidad humana?” Le daba vergüenza pensarlo porque él sabía que no era Dios, ni intentaba serlo, solo creía en la ciencia y soñaba con solucionar los problemas de salud de las personas perfeccionando los procedimientos de trasplante de órganos. Lo interrumpió su voz poderosa y dulce.
—Frankenstein, no te alejes de nuevo y cuando estás conmigo no te evadas con tus pensamientos —dijo—. Amor, soy toda tuya, nadie será más tuya que yo. El genio pleno de dudas y temores, comenzó a retroceder despacio, no sabía qué hacer, amaba a su mujer perfecta, su mayor éxito, pero algo le decía que no estaba bien; por ejemplo, que ella también lo amara, debía crear cuerpos para sanar a otros y no para el amor. Ella lo agobiaba con mimos y sexo perentorio. Él tenía que trabajar, ser un científico pleno y no andar jugando a ser un Ser Superior. ¿Cómo resolver el enigma? De un centro de salud experimental, lo llamaron.
—Buen día, colega –le dijo— ¿seguís trabajando en tus teorías?
—Buen día, amigo— respondió— sí, claro que sí, cuando quieras vení por el laboratorio.
—Sí claro, pero hoy te llamo porque tengo un problema perentorio y —agregó el cirujano— tengo una paciente joven, que a raíz de un accidente perdió los miembros inferiores y el corazón está delicado, ¿qué me aconsejás?
—¡Ahh! —contestó Frankenstein, mientras miraba a su creación casi perfecta —en dos horas envíame un transporte con las cajas refrigeradas.
—¡En dos horas estará allí! No sabés cuánto te agradezco. —Contestó el cirujano.
Cuando nuestro científico se dio vuelta su casi mujer perfecta estaba pegada a él con un bisturí hiriéndole la aorta.
—Solo mío, mi amor —murmuró ella mientras la sangre manchaba el delantal impecable de su creador.


Cuentos del Can Cerbero

Madame La Mort
                                            El portador                       Autores:                                                                        Ada Inés Lerner, Omar Chapi, Fabián Rafael 

Salir a las calles de Santa Isabel pasadas ciertas horas en la noche era un acto suicida. Sin embargo, Marco Zarate disfrutaba caminado por lo tenebroso de aquellas calles salvajes. Según decía no tenía algo que temiera perder incluso renegaba de su vida y por no terminar con ella por sí mismo, andaba buscando alguien que le echara una mano y al parecer nadie estaba dispuesto a ayudarlo. Es que no había un motivo que valiera su muerte, incluso sus órganos parecían invadidos por una enfermedad que lo había sumido en una larga y penosa agonía. Sin embargo este hombre desahuciado encontró lo que andaba buscando, de la nada apareció un grupo de jóvenes que lo increparon, el líder del grupo extrajo un arma blanca de su chaqueta y en tono amenazante se dirigió a Marco.
—Para circular por estas calles tienes que pagar —dijo
Marco pensó que era su oportunidad para terminar con todo y abrió los brazos desafiando al joven que se le acercó y al verlo retrocedió asustado.
—Es un portador de la “nueva peste” mejor nos vamos, la peste es contagiosa —agregó. Todos corrieron espantados en diferentes direcciones. Marco Zarate quedó solo en el medio de la calle. Esta vez estaba estremecido, se miró los brazos, tenía unas pequeñas manchas negras en la piel y a pesar de lo fresco de la noche, comenzó a sudar. Se desplomó en el pavimento. Despertó cuando el sol le daba en la cara. Había una mujer que lo observaba, tenía manchas en la cara y los brazos. Ella le acercó un pequeño espejo, Marco miró las manchas en su cara. —Es la nueva peste y estamos en la última etapa —lloriqueó la mujer. Marco la oyó inmutable, ésa era una solución para su búsqueda. Se alejó sin hacer caso de las lágrimas de ella. Entró en un Centro de Salud cercano. —Amigo, usted está próximo a morir, no voy a engañarlo, no podemos hacer mucho por usted —dijo el médico con un gesto de comprensión y bien protegido con barbijo y guantes de latex. —¿Me puede internar? —Marco no demostró tristeza.
—Sí, claro —contestó el profesional sorprendido y llamó por interno. Apareció una joven enfermera. —Dele al paciente una cama en la sala M.
—Me sigue por favor ¿cómo es su nombre? — dijo
Marco advirtió que ella llevaba barbijo y también guantes. La cofia dejaba adivinar el cabello negro y se entreveía la piel color miel.
—Suave y dulce —susurró Marco — será un placer morir al lado de un ángel. —No lo escuché, perdone —dijo ella mientras seguía caminando delante de él. —No… no dije nada —respondió Marco. Llegaron a la puerta de la sala M y ella le cedió el paso y le señaló la cama 13 que se hallaba vacía.
—Parece que la suerte me acompaña —dijo Marco —Sala Muerte, Cama 13. ¿Cómo es su nombre?
—Débora —contestó, ella señalando el bolsillo superior de su equipo blanco.
—Débora —repitió Marco y en voz baja — es un nombre hebreo ella fue Juez en el Antiguo Testamento. La enfermera lo miró sorprendida por el comentario. —Será un placer morir por su mano —dijo Marco y cayó al piso con la cabeza separada del tronco.