EL UNICO ESCRITOR SOY YO - DON QUIJOTE

Relato en pequeño formato - En mi voz -- Amigos

sábado, 30 de enero de 2016

BIFICCIONES: Elástica – Alejandro Bentivoglio & Ada Inés Lerner...





BIFICCIONES: Elástica – Alejandro Bentivoglio & Ada Inés Lerner...: La pared se achica o se agranda dependiendo de si alguien la
está mirando o no. Cuando no hay nadie, el departamento no es más grande que
una caja de zapatos. Ahora, si estamos todos ahí, se hace la importante y crece
hasta alcanzar las dimensiones de una mansión. Lo sabemos porque desconfiábamos
de ella y el otro día dejamos una cámara oculta filmando a ver qué hacía cuando
nos íbamos. Y ahora lo sabemos. Se achica y se achica, cuando está minúscula se
autolimpia rápidamente. Las hormigas que hicieron un hormiguero debajo del
placard se quedan sin espacio para  provisiones y albergue y se van
buscando más comodidades. Las telarañas se enredan unas con otras y terminan
por irse todas. Salvo las cucarachas que dejan los huevos para cuando vuelven,
el departamento queda vacío y en posición de loto descansa y medita hasta que
lo llama el despertador.

BIFICCIONES: Media noche – Ada Inés Lerner & Carlos Enrique Saldivar


BIFICCIONES: Media noche – Ada Inés Lerner & Carlos Enrique Saldivar..
«Media noche» indicaban las dos manecillas del reloj
mientras el delincuente corría para separarse de mí tan pronto como le era
posible. En esa gélida noche la luna llena esclarecía cualquier rincón y ya
estaba por alcanzarlo cuando el viento hizo que una nube nos  sumiera en
la oscuridad.
A tropezones, me encaminé a dónde lo había visto por última vez. Antes de poder
sacar mi arma, él se metió en un callejón.
Conseguí escuchar sus rugidos.  ¿De dolor o de placer?
No importaba, el caso era que se estaba transformando. Tendría que pasar por
aquí, era la única salida. Lo vi acercarse, trepando las paredes; grande, peludo,
aulló y babeó, se lanzó contra mí… y le disparé las cinco balas de plata. 

lunes, 25 de enero de 2016

El domador domado

El domador domado - Diego Alejandro Majluff
Un domador se jactaba de ser el único y verdadero artífice del arte de introducirse en las
 fauces de las fieras. Y no se limitaba únicamente a introducir la cabeza en la boca de los
 leones. 

En una época en que escaseaba la visita de espectadores al circo, la única fuente
de ingreso de los trabajadores circenses, el domador decidió transgredir las normas del 
buen gusto. Fue entonces que frente a la pobre platea, tomó con sus dedos pulgar y 
anular la trompa de un elefante, tan delicadamente como si se tratase de labios 
femeninos, e hizo el repugnante pero pasional gesto del enamorado que desbordado 
de pasión, acaso de incontenible voluntad, se funde en la húmeda boca del ser amado. 
Un murmullo inasible se levantó desde el público, se mezclaban manifestaciones de 
aversión (la sociedad protectora de animales, las señoras de espíritu conservador, la 
mona Eugenia), admiración por la proeza (los adolescentes, las mujeres liberales, 
el malabarista) y de sorpresa (los padres de familia, los enanos, el presentador). 
El domador notó que la bestia se había erizado, que los pequeños dientecillos que tiene 
en la trompa para triturar las hojas le provocaban pequeñas heridas en su boca y que 
luego acariciaba esas lesiones tal como lo haría un humano. No le pasó desapercibida la 
erección del enorme pene del animal (y a esta altura del relato la sorpresa es también 
del lector), ni los suaves porrazos que le propinaba buscando su sexo. Esta actitud, 
normal de la bestia, no había sido prevista por el domador que retrocedía con pequeños 
pasos como si lo hubiera previsto antes, aunque hubiera preferido no hacerlo. 
Advirtió que al público no le pasaba inadvertido lo que ocurría aunque la opinión general
 era que había sido previamente calculado. El domador todavía estaba esperanzado en 
que el elefante cesara en su empeño y que todo quedara en su propia proeza. El dueño 
del circo y algunos empleados (un enano luego lo confirmaría) notaron que la situación 
escapaba al control del domador y se apresuraron a traer a la elefanta más joven para 
distraer al gran macho, pero éste la registró con un leve movimiento y continuó su 
erótica lucha con el domador. La boca de éste último ya estaba muy lastimada y 
sangraba, lo que excitaba más al animal. El domador, al no resistir el dolor, se desmayó 
y cayó. El público de pie gritaba enardecido, algunos excitados por la escena 
(el malabarista, la mona Eugenia y una prima del presentador) y otros por compasión 
(las señoras de espíritu conservador que lucían sus enaguas al público, el público al ver 
la intimidad de las señoras de espíritu conservador). Los ayudantes del circo, por orden 
del dueño, castigaron con látigos al paquidermo para que desistiera. Este los ahuyentaba  con las patas traseras y la trompa, con los ojos brillantes destellando tonos rojizos mientras que, con todo cuidado, evitaba lastimar con sus patas al domador, aunque seguía empujándolo con su miembro, ahora sí, determinado a consumar el 
apareamiento a que había sido llevado.

Cuentos del Can Cerbero

Las manos - Cristina Chiesa - Ada Inés Lerner - Sergio Gaut vel Hartman








Vasili mira su paleta, del blanco al negro, una extensa gama de grises, y sus manos se niegan a seguir. Quiere obligarlas, pero no puede. Exangües, apenas si sostienen la paleta
 y el pincel.
—¡Ya no sé qué quieren de mí! —les grita consternado.
Las manos se crispan, sueltan la paleta y apartan con furia el lienzo.
De un manotazo, arrancan los anteojos del artista y desparraman los pomos alineados
sobre la mesa. Aletean como pájaros ciegos, buscando una intensidad casi leonada, una
superficie transparente, iluminada desde atrás. Ahora el claroscuro enfatiza una
composición abstracta. Las manos buscan la plenitud por la equivalencia en intensidad
y destruyen toda ilusión de profundidad. La línea del horizonte se va erradicando y
provoca la fundación teórica de un movimiento abstracto de gran espiritualidad.
Por fin, las manos de Vasili Kandinsky dan las pautas sobre las propiedades emocionales
de cada tono y color mientras que él solo se interesa en la respuesta del alma.
—¿Esto quieren? ¿Buscan lo perfecto en mi destrucción?
—En absoluto —responden las manos a coro—. Queremos simplificar, eliminar lo
superfluo y superar el deplorable acto de valerse de nosotras para fabricar una emoción
ficticia y simulada.
—Eso es la oscuridad, la nada —protesta Vasili.
—No lo es —insisten las manos, y con la más exquisita destreza, como siempre que han
querido, trazan un círculo rojo y cinco líneas sobre el plano—. Esto es una mano, tonto —concluyen.


LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Avistaje – Luciano Doti, Ada Inés Lerner & Rolando...





LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Avistaje – Luciano Doti, Ada Inés Lerner & Rolando...: —Mirá allá, en el cielo. ¿Es un avión? —Él miró hacia donde indicaba el dedo de ella, y respondió, dubitativo:  —Debe ser… ¿Qué otra ... si no?

—Y hay tanta gente que habla de
que ve ovnis… Yo siempre miró al cielo para ver si anda alguno —dijo ella 
Él siguió mirando el objeto que
titilaba en el firmamento, rodeado de estrellas; la verdad es que parecía
suspendido en el aire, o volaba tan alto que su movimiento era imperceptible.
No, no era un avión, sin alas, sin alerón. 
—Entremos, refrescó —dijo él.
Para no alarmarla, no mencionó que el objeto estaba bajando muy rápido y en
línea recta. 
Ella prendió el televisor y se
fue a la cocina. 
—Noticia Urgente: en el
Observatorio han avistado un ovni que se dirige hacia… —Él cambió de canal y
puso una película. 
—¿Hoy no querés ver el noticiero?
—se asombró ella 
—No; están hablando de los
partidos de ayer.  
El objeto seguía bajando, pero lo
hacía en dirección al techo de la casa. Él, inquieto, se asomó al patio y lo
vio más grande y luminoso, de varios colores. Volvió a entrar 
—Estás inquieto, molesto, ¿qué te
pasa? —aportó ella, preocupada. 
—No sé, me gustaría salir, ya; me
dio hambre. ¿No te gustaría ir a un buen restaurante? 
—Pero me tendría que cambiar…
además es temprano… 
El estallido fue brutal. Cuando
el polvo se asentó, ella dijo: —Y menos ahora, con toda esta tierra.



jueves, 21 de enero de 2016

Piedra, papel y tijera: La comedia del arte





Piedra, papel y tijera: La comedia del arte: Para William Shakespeare, gran actor y director de teatro en tiempos de la renacentista Inglaterra isabelina, “La vida es como un cuento re...

miércoles, 13 de enero de 2016

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Parahumanoide – Alejandro Bentivoglio, Ada Inés Le...



LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Parahumanoide –
—Escuché ruidos en el sótano otra vez —dijo el fantasma Sigfrido. —¿Vamos a empezar de nuevo con eso? —dijo el fantasma Gualterio. .
—No estoy loco.
—No digo que estés loco. Pero la
ciencia ya ha comprobado que los humanos no existen. Son cosas del pasado,
historias de ectoplasmas supersticiosos.
Sigfrido miró la vaporosa figura
de su amigo. No quería quedar como un ignorante, pero los ruidos en el sótano
continuaban sin ninguna explicación razonable.
—De acuerdo, vamos resolver esto
de una vez por todas. —Sigfrido comenzó a bajar la escalera—. ¿Qué te pasa?
¿Tenés miedo de los humanos?
—Ya te dije que los humanos no
existen. Debe ser una fantasma, peligro inminente.
—A mí me parece agradable —dijo
Sigfrido al ver al ectoplasma femenino paseándose desnudo por el sótano.
Gualterio habló en un murmullo
casi inaudible. —Dale conversación.
—No es humana ni fantasma; es una
parahumanoide; suelen ser peligrosas.
—Hola —dijo la parahumanoide—.
¿Están solitos?
—¡Qué te dije! —exclamó
Sigfrido—. ¡Quiere abusar de nosotros!


martes, 12 de enero de 2016

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Violencia doméstica – Mane Herrera López, Claudia ...

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Violencia doméstica – 

 Lamió el dedo herido y suspiró molesta. El cuchillo de la cocina estaba más afilado que nunca. Observó la cebolla y la notó muy fina; una lágrima cayó en sus manos cuando la tomó y la
tiró a la basura. Miró sobre su hombro y descubrió la mirada ausente de su
pareja, no quiso interrumpirlo y volvió a ensañarse con la ensalada. "En
cuadritos, en juliana... ¿cómo la querrá?", un breve temblor sacudió sus
muñecas cuando él se acercó al tacho y se quedó observando la cebolla
mutilada. 

—No sabés cortar una puta cebolla —le dijo con dureza—. Sos
una inútil… total el que labura soy yo, mientras vos te rascas todo el día
—agregó. 
Sabía que iba a ocurrir, porque ya había empezado a beber
desde temprano. Era mejor no decirle nada; recién estaba en el primer mes de
embarazo y pasarían un tiempo antes de que se empezara a notar. Se acarició el
vientre y sonrió… Sí, era una inútil. El papel representado por años la había
colocado en una posición de privilegio. No conocía jefes ni transportes
repletos, ni horarios, y el crío, que era de otro, sería por supuesto
trasmutado en legítimo hijo del imbécil. Tomó la ensalada. Recogió la cebolla
de la basura, y así, con restos, y manchada de sangre, la agregó a la ensalada;
después escupió dentro. 
—Querido, la cena está lista. —Y sonriendo se dijo que era
una mujer feliz.
Acerca de las autoras:
Mane Herrera López

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Dinámica - Javier López, Ada Inés Lerner & Claudia...

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO: Dinámica - Javier López, Ada Inés Lerner & Claudia.Lonfat..:

Al principio pensé que la impresión de ingravidez tenía que ver con las zapatillas de deporte que acababa de estrenar. Pero, aunque eran bastante cómodas, cuando me las había puesto en casa para
salir en absoluto tuve esa sensación que ahora experimentaba y que provocaba en
mí un bienestar inexplicable. Tardé poco en darme cuenta de que no eran
alucinaciones mías, sino de que algo realmente extraordinario estaba
sucediendo: los viandantes, y yo mismo, caminábamos varios centímetros sobre el
pavimento. Descubrí que no parecían advertirlo, incluso una anciana con bastón
se deslizaba feliz sin tropezar. Si todos estaban conformes e incluso confortables
no era cuestión de generar caos e intranquilidad. Parecía no perjudicar y por
lo visto nos beneficiaba. La dinámica de poblaciones es el principal objeto de
la ecología en particular y la evaluación de las consecuencias ambientales por
las acciones humanas. Duró poco ese bienestar, porque con el correr de las
horas, la ingravidez se fue acrecentando aceleradamente, y la incipiente
felicidad de poseer un cuerpo liviano, grácil, sobre todo para aquellos
impedidos por alguna discapacidad, se fue convirtiendo en un problema
creciente. Los que pudieron abandonar su bastón o su silla de ruedas, empezaron
a flotar como plumas, y el resto, debíamos sujetarnos a objetos pesados, y
cuando ni siquiera eso era suficiente, recurrimos a los autos. Ahora todo está
por terminar. Hasta los océanos comenzaron a flotar.





Acerca de los autores:

Ada
Inés Lerner

...

lunes, 11 de enero de 2016

BIFICCIONES: Páginas prohibidas –

BIFICCIONES: Páginas prohibidas –  Aún pasada la Edad Media los libros eran difundidos a través de las copias manuscritas de monjes y frailes dedicados exclusivamente 
al rezo y a la réplica de ejemplares por encargo del propio clero o de reyes y nobles. Pero
no todos los copistas sabían leer y escribir. Imitaban los signos, ardid
perfecto de los pillos para que les copiaran los libros prohibidos.
La imprenta no solo redujo el tiempo de hechura de los libros: incrementó su número y quitó
a la Iglesia el monopolio, aun de los libros sagrados. Como parte de su lucha
personal en contra de la ignorancia, el sacerdote William Tyndele tradujo el
Nuevo Testamento al inglés, “para que pudiera ser leído por la gente común”.
Fue condenado a la horca por hereje, y su cadáver quemado con el fuego emanado
de sus propios libros. Dicen que sus últimas palabras fueron: estamos hechos de
palabras.

Acerca de
los autores:

miércoles, 6 de enero de 2016

Relato de pequeño formato - Bificciones

                                               El motivo

Aparté la mirada del vaso de cerveza y 
me encontré con una mujer que 
tenía la cabeza cubierta con un pañuelo pequeño. 
La había visto en cuanto entró ella en la taberna. 
Llevaba un pequeño bolso y en la mano
dos o tres pares de medias que ofrecía en cada mesa. 
No era insólito encontrar una mujer en un boliche de barrio,
puesto que entraban cuando
les venía en gana sin el peligro de los bares «bien» donde las sacaban a empujones. Decidí comprarle un par de medias, más por altruismo que
por necesidad. Pero cuando se las pedí, ella no quiso venderme nada.
La llamé varias veces y me ignoró. Se fue del restaurante y la seguí.
Le gritaba que se voltease, que no me ignorara. Entonces lo hizo, me
observó de frente, su mirada era de rabia, se quitó el pañuelo y vi las
aberturas en su cabeza. Era ella. No la había reconocido sin maquillaje.
   Di media vuelta y corrí a perderme.
Recordé aquella noche en el antro, cuando mis amigas y yo golpeamos
a aquella bailarina varias veces en
el cráneo con botellas. Pienso en regresar, alcanzarla nuevamente,
decirle que lo siento, que los seis meses en prisión me hicieron
reflexionar acerca de mil cosas. Pero ya se ha ido. Espero encontrarla
de nuevo.
Espero no verla otra vez.
No sé qué quiero.
De lo único que tengo certeza es que la ciudad se ha convertido en
una trampa. Que cada uno de mis pecados podrían saltar desde tal o cual esquina y recordarme lo perversa que he sido. Atolondrada,
me dirijo a casa, a llorar mi fantasmal soledad, producto de una antigua 
vida de violencia y desenfreno.
 
Acerca de los autores:


lunes, 4 de enero de 2016

Los cuentos del Can Cerbero

Amante fortuito
Zeus y Beatrice se encuentran en la barra de un bar. Él miente, dice que tiene 750 
años, insiste en un encuentro ocasional; tiene una familia numerosa. La joven, de 
apenas dos siglos de edad, pisotea con desenfado los entornos de quien podría 
llegar a ser su amante fortuito; Dante la espera. Zeus está más desubicado que 
ella: dice que tiene un “Paraíso Paralelo”, e intenta presionar a la joven hacia la 
aventura deseada, no tiene en cuenta que está tomando carrera hacia el Infierno 
tan temido. 
Orfeo, tal vez, podría haberle avisado de los tormentos que le esperan en este 
averno cambiante que nació con la religión del Principe Solar, pero en cambio, 
aún furioso por haber perdido a su amada, prefiere ahogar sus penas en vasos y 
vasos de licor de Estigia que no aciertan a borrarlas por completo. 
Acostumbrado a obtener lo que quiere, Zeus se convierte en toro, en lluvia, en 
pavo real, en todos sus disfraces; mas, acostumbrada a la luz del Arquetipo, 
Beatrice permanece impávida. Zeus comprende que todas sus formas son 
míseras, y desea hundirse en otra copa de vino. Cuando detecta que la 
inconquistable mira hacia otro lado, que lo quiere condenar al olvido, 
recibe otra copa. Un viejo tuerto se la confía.
—Bebe —le dice—, para otro final digno de tu talla. 
Zeus apura el hidromiel, siente un furor que emerge de sus entrañas, y 
acompaña al tuerto a derramar la sangre bajo un cielo que ya les es ajeno.
Ada Inés Lerner
Martín Renard
David Filipiuk 

domingo, 3 de enero de 2016

No me niegues - Nélida Magdalena González de Tapia

Olga salió de compras por la mañana. Los centros comerciales estaban abarrotados de gente, los regalos navideños no podían esperar. Apurada, mientras cargaba las bolsas en su auto no vio que se le acercaba una mujer. La misma le pidió por favor que la llevara a un centro médico, estaba a punto de dar a luz.
-¡Señora, no puedo estoy muy apurada! -respondió enojada.
 MICROFICCION 29Tomó su celular y llamó a la emergencia, mientras miraba a la parturienta que se sentaba en la vereda con los ojos llorosos.
Emprendió el regreso a su casa, el semáforo la obligó a detenerse. Un niño se acercó y le pidió una moneda para comprar pan. De mal humor le respondió que si quería pan fuera a pedir a una panadería.
Llegó a su casa y estacionó el coche. Un harapiento caminaba por la vereda, lo miró y sin que el hombre le diga nada expresó:
-Ustedes, los indigentes, se lo pasan pidiendo! ¡Ya me tienen cansada!
Con una dulce voz el hombre respondió:
-Quizás algún día me necesites y yo estaré para ayudarte.
Olga le dijo que nunca llamaría a una persona como él y si fuese así no sabría dónde encontrarlo.
El hombre con lágrimas en las mejillas expresó:
-Hoy me has negado tres veces. Pero si aun así quieres hallarme, “corta un trozo de madera y ahí estaré, levanta una piedra y me encontrarás”.
Al instante desapareció.

La autora: Nélida Magdalena González de Tapia (Ciudadela, 1963) Reside en La Tablada. Es autora de obras narrativas y poemas. En 2015 publicó su libro “Mi despedida y otros cuentos”. Obtuvo premios y menciones.
Microficción seleccionada por Luciano Doti (Lomas del Mirador). Twitter: @Luciano_Doti
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