EL UNICO ESCRITOR SOY YO - DON QUIJOTE

Relato en pequeño formato - En mi voz -- Amigos

sábado, 30 de julio de 2016

El Narratorio blog: ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL Nro. 5

El Narratorio blog: ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL Nro. 5:                                             Disponible para su descarga ehttp://issuu.com/elnarratorio/docs/el_narratorio_antolog__a_literaria_/55?e=18133284/37191333n: MEDIAFIRE Leer On line en  ISSUU:
                                                               
                                                               Obsesión                 
  
Hoy, recién despunta la aurora y no pude dormir…
    Igual pero tan distinto de aquel día en que ella cerró los ojos mientras el dolor abandonaba su cuerpo debilitado y el calmante le arrancaba un suspiro de momentáneo alivio.
   Ella con sus poderes mágicos y yo, con todo mi amor, habíamos perdido la batalla.  
   No me quedaban palabras ni lágrimas, creía yo, permanecía en silencio mirándola;
por momentos sentía la necesidad de no apartarme de su lado y en otros deseaba huir.
Involuntarias imágenes de nuestro tiempo juntos volvían a mí, como en una sucesión
cinematográfica: las primeras citas en Orden del Fénix, el ajuar que compramos
hacía pocos días, aquella cena en la casa de sus viejos, los exámenes finales que
rendimos juntos sobre la teoría de la alteración de la Nube de Oort, la vez que
fuimos al telo y no teníamos para pagar, el día que mamá la conoció...
   Increíble, todo había terminado.
   Ayer nomás nos prodigábamos juramentos de fidelidad, de ser sinceros, de amor para
toda la vida.
   Y se reía.
   Porque ella era alegre y disfrutaba de la vida, de las investigaciones, de cada instante.
   Decía que no quería ser una novia obesa y se reía sacudiendo esa cabeza pequeña y
morena que me volvía loco.
—Seré la única en tu vida, si mirás a otra te voy a llevar a que Athon te coma las
vísceras —y se reía—. Yo quiero circundarte de serpientes/ ungidas de mortíferas ponzoñas/
para que nadie más se acerque a ti/ sino yo sola ─recitaba─; nos amaremos y seremos
un escudo frente al mundo de los asteroides.
   Y otra vez mis ojos la contemplaban, tan delgada, consumida por la enfermedad que
la envolvió desde que una lluvia ácida interrumpió parcialmente la luz solar, mientras
trabajaba a cielo abierto con el telescopio.          
   Cuando lo supo, cuando tuvo la certeza, dejó de reír.
   Solo sus ojos me sonreían tristes.
—Desde otro mundo, usaré mis poderes para estar a tu lado, cuidándote, no me importa
qué hay detrás de la muerte, no me preocupa, mi amor será más fuerte, nada ni nadie podrá
contigo; yo vendré a verte, te lo prometo... ─Y yo le creía ─. Desde lejos velaré cerca de ti,
voy a ser el soplo de las brisas vespertinas y voy a perfumar el aire que respires y me
reconocerás también en la sombra de tus días ardientes, me verás en las hojas de los árboles
y en las noches sin estrellas brillaré para vos.
   Le prometía que le sería fiel hasta mi propia muerte.
   Y entrábamos en un delirio que no finalizó el día que acabó su vida: con otra interrupción
solar su cuerpo fue abducido por un asteroide que ella había elegido y grandes incendios
azotaron el suelo y la vida verde en amplias extensiones.
   Comencé a ejercer mi profesión, nuestra profesión. Compartía las dudas y los éxitos
con su retrato, colgado justo ahí, frente a mi observatorio personal
   Mi amor, ¿te parece que los grandes incendios causados por los fragmentos de alta
temperatura caerán al suelo? La consultaba como si aún estuviera cerca de mí y me
parecía que ella me contestaba, me guiaba.
   Su foto sobre la cómoda del dormitorio o en un mural del estudio acompañaba mi día
desde el alba al anochecer.
   Seguíamos discutiendo por las perchas del placard y el toallero del baño y sobre la
colisión de los asteroides
─Querido, ¡regá las plantas!
─Estoy ocupado...
   Y por el control de TV y nuestro programa favorito Colisión Nuclear en Infinito.
Y por preparar el café.              
—Voy a desnudar a tus enemigos —me había dicho. Y cumplió su promesa: me entregó
a mi socio en el momento justo: pretendió vender por su cuenta nuestros estudios sobre
la causa de grandes extinciones, como la K-T que mató a los dinosaurios.
   Lo descubrí gracias a ella.
   Yo sentía el hálito fresco de su aliento en las noches; el aroma de sus rosas en la
brisa de mi primavera.
—Amor, estoy tan solo —sollozaba. Entonces vientos henchidos de suspiros acariciaron
mi frente afiebrada.
   Una noche desperté de un sueño con sus labios en los míos.
   Un día cualquiera, simple y sin excusas, empieza un nuevo tiempo para mí.
    Ni mejor ni peor.
   Diferente.
   Porque a pesar de todo he comenzado a olvidarla.
   Los sucesos cotidianos, los congresos de nuestra profesión, el mundo para el que nos
habíamos preparado me atrae con desafíos, oropeles y apariencias.
   Pronto percibo que mi entorno no solo no me es ajeno ni contraría mis deseos
sino que me deslumbra.
   Cada vez más me distraigo con pequeños placeres.
   Aunque ella siempre me da síntomas de su presencia.
   Está en la gracia de aquella cabecita morena o en la cadencia de la muchacha de rojo,
hasta en la risa de Alicia, la secretaria nueva.
   La del país de las maravillas, le digo, y descubro que Alicia también se ríe.
Una tarde me sorprendo pensando en Alicia; y en alguna noche de soledad, yo confuso
y tembloroso la acaricio en mis sentidos; debo aceptar que deseo seriamente a esta
mujercita moderna, inteligente y coqueta, pero entonces, una idea intrusa enfría mi
sudor y tengo miedo: estoy enamorado. Ardiente, enloquecido de amor, quiero fundirme
en los ojos de Alicia, pero reaparecen los otros ojos, que en el silencio nocturno
brillan desde las estrellas tal como ella me lo había prometido: con suspiros en las hojas de
los árboles navega otro aliento y el perfume de otras flores me apartan de Alicia.
   La otra me hace sentir su presencia.
   Un día y otro oculto y oculto mi desesperación.
   Como lo hiciera de niño elevo mis oraciones, pido clemencia y olvido. Pero no llegan.
   La otra no quiere abandonarme. Lo había prometido y está cumpliendo.
Estoy preso del amor de una mujer muerta.
  Y bien muerta que está, la maldita.
   Sí, ya la odio.
   Ahora el camino es librarme de la muerta lo antes posible y retornar pronto a mi vida.
   Noto que Alicia empieza a sospechar de mi amor, de mi salud mental, o de ambas cosas.
  Y se aleja.
   Recurro a sicólogos y brujos. A curas de sueño y pócimas.
   Al fin, aconsejado por un terapeuta, convenzo a Alicia de casarnos e iniciar un viaje largo.
   El brujo, que al fin encontró un cliente pudiente, no está de acuerdo.
   Me dice: Ella no se lo va a permitir.
   Hoy es el día de nuestra boda.    Recién despunta la aurora y no pude pegar un ojo.
   Abro la ventana de mi departamento. A mis pies la ciudad aún duerme, una brisa fresca
envuelve mi vela ligera,  abre las alas y me lleva con ella.




martes, 26 de julio de 2016

De Cuentos y Poemas: http://issuu.com/elnarratorio/docs/el_narratorio_a...

De mi voz

Resultado de imagen para mujeres feas del mundo imagenes
                                                                                                                                                                                                            



- Maldita eternidad -


Ada Inés Lerner




En un pueblo de extraterrestres de una estrella lejana creen en un solo dios verdadero  
y en dioses cuyos falsos nombres son atribuibles a sus miedos, a los fenómenos naturales 
y a las bestias salvajes que no han podido domesticar.
En uno de mis viajes por su sistema solar pasé por su almacén de ramos generales 
y vi el dibujo de un animal muy parecido a una mujer de edad indefinida con el cabello erizado, orejas de gran tamaño y surcos profundos en el rostro.
-- ¿A que diosa representa? – le pregunté al patrón, un extraterrestre con cara de amargado
-- Es la guardiana de la montaña, la leyenda dice que es inmortal y que vive en una cueva, 
es un enigma. La bestia desapareció de su vivienda y reaparece cerca de las casas cuando 
alguien es infiel al cónyuge.
-- Es igualita a la suegra del patrón – dijo un E.T. – que también parece eterna.

sábado, 16 de julio de 2016

Bajo el mar - Fernando Andrés Puga & Ada Inés Lerner





Bajo el mar - 

Fernando Andrés Puga & Ada Inés Lerner: Martina flotaba sin el menor esfuerzo. Se balanceaba con los ojos bien abiertos al compás de las olas entregándose a la contemplación de las nubes que adquirían formas precisas, para volverse
ambiguas al instante siguiente. No quería volver y a medida que se alejaba de
la costa los gritos de mamá se volvían más tenues, a pesar de que ella gritaba
cada vez más fuerte.



De pronto algo le rodeó la cintura. Pegajoso, firme,
sigiloso. Fue enroscándose alrededor del cuerpo de Martina y la sumergió con
suavidad de modo tal que ella apenas lo notó. 
Entonces fue que, para su sorpresa, el agua que le inundó
los pulmones no alteró el ritmo de su respiración. Muy por el contrario: trajo
una sensación de alivio que Martina jamás había experimentado.Ya no podía ver
las nubes. A su alrededor giraban peces pequeños, de colores vivos algunos y
otros difusos, los había de aletas con escamas o casi transparentes. Marina
estaba fascinada con los colores de las medusas y de diversas plantas. Aquellas
parecían haber surgido de las rocas y otras se desprendían y se deslizaban graciosas.
Marina notó que en el fondo el agua se había oscurecido, era más y más azul,
sin embargo, ella podía distinguir las rocas, las algas adheridas, y los
diferentes peces pequeñísimos y los había grandes que la miraban pasar como si
ella formara parte de su mundo. En el silencio, se sintió tan feliz que abrió
la boca y un canto armonioso brotó de su interior. Marina ya pertenecía a ese
infinito; se dio cuenta que hacía un rato que sus brazos nadaban libremente y
las piernas les seguían el ritmo. Todo su cuerpo se deslizaba en el agua. Y
aunque ella no lo supiera, una nueva sirena había nacido en el mar eterno.

Páginas prohibidas – Ada Inés Lerner & José Manuel Ortiz Soto

BIFICCIONES: Páginas prohibidas – Ada Inés Lerner & José Manuel.Ortiz Soto Aún pasada la Edad Media los libros eran difundidos a través de las copias manuscritas de monjes y frailes dedicados exclusivamente al rezo y a la réplica de ejemplares por
encargo del propio clero o de reyes y nobles. Pero no todos los copistas sabían
leer y escribir. Imitaban los signos, ardid perfecto de los pillos para que les
copiaran los libros prohibidos.



La imprenta no solo redujo el tiempo de hechura de los
libros: incrementó su número y quitó a la Iglesia el monopolio, aun de los
libros sagrados. Como parte de su lucha personal en contra de la ignorancia, el
sacerdote William Tyndele tradujo el Nuevo Testamento al inglés, “para que
pudiera ser leído por la gente común”. Fue condenado a la horca por hereje, y
su cadáver quemado con el fuego emanado de sus propios libros. Dicen que sus
últimas palabras fueron: estamos hechos de palabras.

BIFICCIONES: La búsqueda del oro - Raquel Sequeiro & Ada Inés L...





BIFICCIONES: La búsqueda del oro - Raquel Sequeiro & Ada Inés Lerner: Lawford y Boudrogs vendieron el buffete de abogados y se largaron a Ocklahoma, a la República del Aire, donde los elins y los gulls se lo pasaban en grande con sus juicios de mentira y sus
eyecciones públicas, dando a luz a un bebé mezclado, por la raza y con los
mocos de Gliss, la comadrona macho que atendía todos los partos, con su traje
subacuático y sublunar, modelo 322.



En Ocklahoma, los dos expertos se encontraron que los
juicios estaban copados por los elins y los gulls y tampoco podían hacerle la
competencia a Gliss de modo que fracasaron con los litigios entre aventureros.
Lawford y Boudrogs optaron por construir un lupanar y un templo. En el primero
ofrecían ajenjo, cerveza y whisky con bellas y despreocupadas señoritas. Y
al lado, por interesantes óbolos, les perdonaban a todos sus pecados, sin hacer
distinción de raza, origen o religión.

BIFICCIONES: Los ecos del lugar - Sergio Gaut Vel Hartman & Ada Inés Lerner





BIFICCIONES: Los ecos del lugar - Sergio Gaut Vel Hartman & Ada Inés Lerner: El lugar al que llegamos estaba silencioso y frío. Las altas bóvedas amontonaban los ecos y devolvían las voces de los muertos transformadas en sordos sonidos de oleaje, de mareas
inclementes, mientras que en las habitaciones contiguas no se oía otro ruido
que el palpitar de los corazones de aquellos seres asustados. Me hubiera
gustado que el viejo señor de Weberly estuviera allí, aunque no habría servido
de gran ayuda: los que yacían muertos no resucitarían y los que estaban a punto
de morir carecían de valor para afrontar lo que venía, necesitaban fe en el
Creador, en sus propios principios. Yo sabía que el miedo aturde y les hablé, pensé
que el tono calmo de mi voz más que el sentido de mis palabras les ayudarían a
enfrentar lo inevitable, porque el temor no demora la fatalidad.

BIFICCIONES: La cima del Ku'minet - Sergio Gaut vel Hartman & A...





BIFICCIONES: La cima del Ku'minet - Sergio Gaut vel Hartman & Ada Inés Lerner:
Cuando terminé de subir la cuesta me quedé abrazada a la roca que los nativos llaman Ju'lu, pero comprendí que ese instante maraviilloso no podía ser eterno, que tenía que desplazarme, dejar
que otros recibieran el don.



—Si no somos capaces de centrar el pensamiento y las
emociones en el lugar que corresponde —dijo Filander—, pronto percibiremos una
extrema vulnerabilidad, una perturbación abrumadora, un mortal disgusto. —Me
reí. Siempre tan filosófico, Filander. No obstante, el físico no era el único
que pensaba así. Monis Gurjo, la exobióloga, me miró despectivamente y soltó
todo el veneno de golpe. 
—Hay personas que no comprenden (o no pueden hacerlo por
puro egoísmo) que si no se tiene cuidado de su particular sistematicidad, a
estas criaturas les llegaría un conjunto de signos caóticos e
inapreciables. 
—¿Es para que haga tanta alharaca, doctora Gurjo? —Ya me
estaba fastidiando.
—Les preocupa poco la otredad —siguió ella, sin registrarme—
el origen, el cómo y el por qué sus actitudes y enfermedades afectan al medio
ambiente y a las criaturas indefensas en el universo. Estos exosistemas son y
se sienten vulnerables, perturbados, ¿no lo entiende? Estas indefensas
criaturas corren peligro mortal. 
—O sea que para usted, doctora Gurjo, yo soy una asesina,
una egocéntrica, en fin, un ser despreciable. Y yo le digo que soy un ser
humano, una criatura de Dios, a la que Ju'lu ha bendecido; me percaté al
instante de mí supuesto “error”, por lo que usted me juzga sin derecho alguno.
—La filosofía —intervino oportunamente Filander— asegura que
el hombre está determinado por leyes universales que lo condicionan mediante la
ley de la preservación de la vida. —Y agregó—: Dejemos a Ju'lu y sus dones y
descendamos de la cima del Ku'minet antes de que anochezca.
Lo que ninguno de nosotros sabía y solo averiguaríamos
cuando ya fuera demasiado tarde, era que el supuesto don con el que Ju'lu nos
había bendecido era una suerte de condimento, una forma de adobarnos para el
festín que las indefensas criaturas en peligro mortal pensaban darse a nuestras
expensas.

miércoles, 13 de julio de 2016

Relato de pequeño formato escrito a dos cabezas con Carlos Enrique Saldívar

Resultado de imagen para una bella mujer maligna

   Una muy maligna criatura

Nadie sabía de dónde había salido aquel ser, ni por qué hacía todo eso. Muchos menos
sabían qué era aquello. Aunque la pregunta más importante era ¿cómo derrotarlo?
Aquel ente lucía, caminaba, hablaba como un ser humano, pero no lo era.
Recorría todo el país sembrando el desconcierto y la ruina.
Hay quienes comentaban que dicha entidad estaba presente en el mundo desde el inicio
de los tiempos y había recorrido el planeta arrasando todo cuanto podía.
Ahora la criatura se encontraba frente a mí, era rubia y sus ojos celestes reflejaban
la gloria del día, tenía 90 de busto, 60 de cintura y 90 de cadera. La habían elegido
como la Madre de los mortales, el Ideal de los hombres y la Maestra Perfecta de los
niños, sembrando caos y destrucción, y demoliendo todo a su paso.
Sin embargo, era necesaria para lograr un balance en la existencia.


Carlos Enrique Saldivar (Perú) Ada Inés Lerner (Argentina)
Publicado en MiNatura