EL UNICO ESCRITOR SOY YO - DON QUIJOTE

Relato en pequeño formato - En mi voz -- Amigos

sábado, 16 de julio de 2016

BIFICCIONES: La cima del Ku'minet - Sergio Gaut vel Hartman & A...





BIFICCIONES: La cima del Ku'minet - Sergio Gaut vel Hartman & Ada Inés Lerner:
Cuando terminé de subir la cuesta me quedé abrazada a la roca que los nativos llaman Ju'lu, pero comprendí que ese instante maraviilloso no podía ser eterno, que tenía que desplazarme, dejar
que otros recibieran el don.



—Si no somos capaces de centrar el pensamiento y las
emociones en el lugar que corresponde —dijo Filander—, pronto percibiremos una
extrema vulnerabilidad, una perturbación abrumadora, un mortal disgusto. —Me
reí. Siempre tan filosófico, Filander. No obstante, el físico no era el único
que pensaba así. Monis Gurjo, la exobióloga, me miró despectivamente y soltó
todo el veneno de golpe. 
—Hay personas que no comprenden (o no pueden hacerlo por
puro egoísmo) que si no se tiene cuidado de su particular sistematicidad, a
estas criaturas les llegaría un conjunto de signos caóticos e
inapreciables. 
—¿Es para que haga tanta alharaca, doctora Gurjo? —Ya me
estaba fastidiando.
—Les preocupa poco la otredad —siguió ella, sin registrarme—
el origen, el cómo y el por qué sus actitudes y enfermedades afectan al medio
ambiente y a las criaturas indefensas en el universo. Estos exosistemas son y
se sienten vulnerables, perturbados, ¿no lo entiende? Estas indefensas
criaturas corren peligro mortal. 
—O sea que para usted, doctora Gurjo, yo soy una asesina,
una egocéntrica, en fin, un ser despreciable. Y yo le digo que soy un ser
humano, una criatura de Dios, a la que Ju'lu ha bendecido; me percaté al
instante de mí supuesto “error”, por lo que usted me juzga sin derecho alguno.
—La filosofía —intervino oportunamente Filander— asegura que
el hombre está determinado por leyes universales que lo condicionan mediante la
ley de la preservación de la vida. —Y agregó—: Dejemos a Ju'lu y sus dones y
descendamos de la cima del Ku'minet antes de que anochezca.
Lo que ninguno de nosotros sabía y solo averiguaríamos
cuando ya fuera demasiado tarde, era que el supuesto don con el que Ju'lu nos
había bendecido era una suerte de condimento, una forma de adobarnos para el
festín que las indefensas criaturas en peligro mortal pensaban darse a nuestras
expensas.

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