De nuevo alcé mis ojos y miré,
y he aquí un rollo que volaba.
Y me dijo: ¿Qué ves?
Y respondí:
Veo un rollo que vuela, de veinte codos de
largo,
y diez codos de ancho.
Cap.5 – Zacarías – Antiguo Testamento
—Madre
Dolores, que en paz descanse… necesito de usted
—Me
sentiré muy honrada, hijo ¿que ocurre?
—Nada
grave, pero he tenido un sueño muy extraño, con cierto misticismo y pienso que
usted puede ayudarme a interpretarlo… —Vea
madre, soñé que galopábamos, Zacarías y yo. Ya entrada la noche íbamos al
norte, estábamos apenados, en silencio con
esas tristezas de las que los hombres no hablan, ¿vio? Al girar los caballos al
este, y a lo lejos, vimos algo que volaba.
—¿Qué ves, patrón? —me preguntó
Zacarías.
—Veo un rollo que vuela —le
contesté yo —Los caballos, asustados, ocuparon toda nuestra atención, no era
cosa de quedarnos de a pie. Dominadas las bestias, sin consultarnos siquiera
los dos seguimos el mismo rumbo: para las casas. Íbamos llegando cuando un espectáculo
infernal se ofreció a nuestros ojos. Mudos,
asombrados, vimos que era una nave espacial, un ovni que le dicen, bien
definida por luces propias; se había adelantado a nosotros. Hombres, mujeres y
animales parecían enloquecidos, corriendo de un lado a otro, como perseguidos por ánimas malditas.
Madre Dolores se persignó.
Pedro conducía atento al camino como si ahí, en el sendero que marcaba
el asfalto gris, estuvieran escritos sus sueños.
—Los animales de la granja yacían muertos por todas partes Madre,
destrozados a dentelladas por los perros.
—¡Pedro!
ésa es una cita del Antiguo Testamento, estoy segura, no recuerdo a qué libro,
ni el versículo, pero puedo encontrarlo.
—¿Vio? a mí me parecía... Los chicos saltaban
en un extraño baile de muertos. Todos parecían contagiados del furor que había
prendido en los irracionales. Como si Mandinga…
Ante la mención del Maligno doña Dolores se persignó nuevamente y besó
la cruz que llevaba en el pecho.
—Como si Mandinga se hubiera enseñoreado del pueblo y hubiera querido
herirlo con una plaga, la peor de todas: la locura.
Habían llegado hasta el campo que fuera de sus
padres y Pedro detuvo la camioneta, le abrió la puerta a Madre Dolores y la
ayudó a bajar. Se sentaron en la sala. Les
sirvieron dos cafés y ya cómodamente instalados:
—El ovni se acercó hasta que Zacarías y yo pudimos advertir que,
efectivamente, se trataba de una nave espacial. Se apoyó en el suelo, se abrió
la puerta que daba al este. Nos acercamos sin poder evitarlo, era más fuerte
que nosotros. Pudimos ver un salón circular con tres puertas iguales. La
disposición, tan exacta y simétrica, me
recordó a un laberinto que recorrí en Cruz del Eje. Me sentía frente a un desafío del destino:
los extraños me daban a elegir entre las tres salidas como si fueran tres
dilemas, tres disyuntivas y yo debía optar por una. Los tripulantes nos
observaban en silencio, sentados alrededor de una mesa redonda. Los vi, Madre Dolores, como la veo a usted ahora... Entonces uno me dijo: Esta es la maldición que
sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de
un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está
del otro lado del rollo) será destruido y dice Jehová de los ejércitos, y
vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente en mi nombre;
y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, con sus maderas y sus piedras...
Y salió aquel ángel que hablaba conmigo, y me dijo: Alza ahora tus ojos, y mira
qué es esto que sale y dije:
—¿Qué es?
Y él dijo:
—Este es un día en todo que sale. Además dijo: Esta es la iniquidad de
ellos en toda la tierra.
Y he aquí, levantaron la tapa de plomo, y un
calendario estaba grabado allí y él dijo:
—Esta es la Maldad ; y la echó dentro y
echó masa de plomo en la boca del día 11 del 11 de 2001
Alcé luego mis ojos, y miré, y dos mujeres
que salían y traían viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña, y
alzaron el vuelo entre la tierra y los cielos.
Madre Dolores tenía la mano
acalambrada de persignarse. Pedro,
sentado a su lado, gesticulaba, contra su costumbre, como si estuviera
muy exaltado:
—Y
así, sin hablarnos, sentí que comprendieron que los habíamos entendido; pensé
seguro fue nuestro Señor que nos ayudó con ese
Concejo... Luego volvimos todos
los del pueblo, cristianos, monturas y perros, Zacarías y yo, cada uno a su tarea.
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