Caronte invitándome a subir |
Paseando en canoa
por Ada Inés Lerner
Entonces yo
pensaba mucho en el Hades.
Quería ir a buscar un amor especial que emprendió antes el viaje.
Mientras leía todo lo que se publicaba.
Dibujé la puerta sagrada, cerrada y abierta, me gustaba abierta por aquello
de la libertad y todo eso.
A Caronte, mientras me llevaba por las orillas
del Río Leteo, le pedí un autógrafo pero me lo negó.
Se alejó en una canoa con formas aerodinámicas, todavía se podía oír al
otro pasajero que siguió su viaje llorar al mismo tiempo que danzaba un
ritual hostil y espeluznante en la niebla que rodea el paisaje sombrío,
la luna ausente.
Y el silencio roto por los ladridos temibles del Can Cerbero.
Me dispuse a dialogar con el Can, primero con la cabeza del centro, luego
con las otras tal como me enseñó un veterinario especialista que me
recomendó Abraxas.
Mientras leía todo lo que se publicaba.
Dibujé la puerta sagrada, cerrada y abierta, me gustaba abierta por aquello
de la libertad y todo eso.
A Caronte, mientras me llevaba por las orillas
del Río Leteo, le pedí un autógrafo pero me lo negó.
Se alejó en una canoa con formas aerodinámicas, todavía se podía oír al
otro pasajero que siguió su viaje llorar al mismo tiempo que danzaba un
ritual hostil y espeluznante en la niebla que rodea el paisaje sombrío,
la luna ausente.
Y el silencio roto por los ladridos temibles del Can Cerbero.
Me dispuse a dialogar con el Can, primero con la cabeza del centro, luego
con las otras tal como me enseñó un veterinario especialista que me
recomendó Abraxas.
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