EL UNICO ESCRITOR SOY YO - DON QUIJOTE
Cuentos a 3 cabezas - Desamor sobre rieles
Desamor sobre rieles
– 
Omar Chapi, Fabián Eduardo Rafael & Ada Inés Lerner
Lo sabía, las cosas no iban del todo bien como
se quiere aparentar; pero Isabel, insistió en que hiciéramos aquel viaje,
juntos.
—Verás que todo va a estar bien— me animó, mientras subía mis maletas
al tren. No dije nada. Elegí un asiento y me senté a mirar por la ventana,
mientras salíamos de la estación. Ella acariciaba mi mano, también en silencio.
Yo sabía, que estaba haciendo un esfuerzo, para no decir esas preguntas que
desatan el infierno.
—Es irónico, pero aunque nací en esta ciudad, nunca me subí
al tren— argumenté, solo por decir algo, que nos ayude a salir del hartazgo.
Isabel, me miró con esa mirada inquisidora que yo no soportaba. Volví a mirar
por la ventana, pero esta vez, sentía que me hervía la sangre. De verdad, no
sabía qué me sucedía, pero estaba rabioso porque aquella mujer, que había sido
mi esposa durante los últimos años de mi vida, me había mirado de esa manera.
Entonces, pensé que ella se había equivocado y lo mejor era que estuviéramos
separados. Sin embargo, ya estaba embarcado en aquel viaje. Lo curioso es que
ni siquiera tenemos hijos en común por los que luchar. Tal vez, si los
tuviéramos sería distinto, tal vez ella no hubiese tomado aquel camino, el
alejarnos del lugar no solucionaba las cosas, sola las calmaría por un tiempo,
hasta que salga otra vez a la luz aquel engaño, era la tercera vez ya lo
intentábamos, las otras dos veces no tenía seguridad, pero esta vez fue
distinto, mi cuñada me lo dijo: ella, mi esposa, engañándome con mi propio
hermano y así arruinó dos familias, la miro y no puedo creer que alguna vez la
amé. Trato de pensar en los buenos momentos que pasamos juntos, pero mi mente
bloquea esos recuerdos y sola me imagino a ella y mi hermano juntos, aunque
cuando tratamos el tema, ella lo negó todo, hubiese preferido que fuera un
desconocido.
—Parece que ya partimos —me dice, la noto nerviosa, en ese momento
me señala la ventana y aparece mi hermano y su esposa en el andén, nos divisan
y nos hacen señas para que nos bajemos, quieren hablar con nosotros, siento que
se mezclan distintas sensaciones, los observo a mi mujer y mi hermano que se
cruzan una mirada de complicidad que no me deja dudas del engaño. Entonces, con
furia contenida les digo:
—Vamos a perder el tren, ¿qué quieren ahora?
—Debe
ser importante, ¿no te parece? —dijo ella, empezando a levantarse. La detuve
los minutos suficientes para que el tren arrancara. Quiso deshacerse de mi mano
pero la apreté con fuerza con la furia que llevaba adentro.
—Me estás
lastimando… —dijo, mientras intentaba soltarse.
—No te vas a bajar para irte
con él —grité.
—La gente nos mira —susurra ella.
—De acuerdo, ¿querés bajarte?
—tomé su bolso y la arrastré hasta la puerta y la empujé sin contemplaciones.
La vi caer y aunque la velocidad era mínima se habrá lastimado pero ya no me
importaba. No conté con que el guarda diera la orden de detener el tren para
averiguar qué había pasado. Quise escapar y me alcanzó mi hermano, que me llenó
de reproches y yo a él. Hasta que me dijo:
—Estás equivocado, fue un error de
mi mujer, estábamos confabulando para hacerte una fiesta de cumpleaños —me
tomaba de los hombros para que lo escuchara.
El tren volvió a arrancar y cuando
había tomado velocidad corrí para subir y arrastré a mi hermano conmigo; él,
por hacer resistencia cayó bajo las ruedas.
Desde entonces, no quiero salir de
esta celda.
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