Titan y Selene
en el brocal
Ada Inés Lerner
Anoche observé
cómo Titán se deslizó entre los sarmientos de la vid,
se apoyó en el brocal y
sonrió.
Un momento antes, en ese mismo cielo, las nubes te tejían una mañanita
y el viento se apartaba susurrándo: Selene, puedes pasar.
Un ave nocturna silbaba una canción de amor,
Selene reflejaba tu silueta desnuda en mi ventana y te acercabas lentamente a
mí, exacerbando mi pasión hasta que el deseo se hizo imposible de soportar y te
atraje, para besar tus pechos, tu sexo.
Mi lengua recorrió tu piel en cada
hueco hasta que ya desenfrenada acariciabas con la lengua mis miembros viriles.
Selene, vigilaba nuestros juegos hasta
que te penetré. Fueron tuyos los quejidos y nuestro el placer, llegamos a la
pequeña muerte una y mil veces. Selene, apasionada, se fue en busca del calor y
la luz de Titán.
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