"No hay hechos,
hay interpretaciones" Referentes
F.Nietsche
Era domingo por la mañana.
—No perdamos la perspectiva,
estamos aquí, en Némesis y nosotros, nuestro futuro
es lo único importante. —Era
inusual en mí ese tono y él se sorprendió.
—Clara, mi amor, es mi trabajo… es
mi planeta el que está en peligro.
—Tu planeta, “damm”, los humanos lo
han convertido en un infierno, la temperatura
quema todo, la foto de los
niños que llevaste la última vez se inflamó y ardió. Los humanos
son los
responsables, tenés una familia
aquí, ¿para qué volver?
—Porque debo ayudar a mi gente. Te
amo, Clarita, amo a los niños… tampoco
Némesis es seguro. —Subimos al
auto.
En cierta forma tenía razón: un
asteroide del tamaño de un portaaviones pasó el martes cerca
de nuestro pequeño planeta, en el
encuentro más cercano de una roca espacial de tal tamaño
en más de tres décadas.
Los científicos no habían
descartado cualquier posibilidad de una colisión y lo siguieron con sus
telescopios para aprender más sobre
el objeto conocido.
Él había sido llamado con urgencia
desde la NASA.
Estábamos en la pequeña estación de
servicio camino al laboratorio especial de Némesis.
Como tantas veces años atrás. No
sabía cómo impedir que se fuera.
Éramos tan diferentes que resultaba
difícil encontrar puntos de encuentro, aún cuando nos
amábamos mucho y disfrutábamos de
nuestros juegos amorosos, para él era increíblemente
erótico jugar con mis seis
extremidades, y para mí su cuerpo velludo era una caricia sublime;
aún queriéndonos mucho, él era
terráqueo y yo nemésina o ET como solía decir.
Me llevaba en su nave desde nuestro
hogar en la playa donde desde hacía varios años toda la
familia pasaba los fines de semana,
feriados largos y vacaciones que le concedían en la
NASA, hasta la estación de micros
para que luego yo me fuera a dejar a los niños a la escuela
y a trabajar hasta que
regresara quién sabe cuándo…
Sabíamos que por mucho tiempo ése
era nuestro último domingo. Los científicos de la
Red del Espacio Profundo lo
llamaron porque él debería abordar una nave rumbo a la ciudad
satelital.
Ese momento yo ya lo había vivido
antes. ¿Cuándo? Con mi padre, con mi esposo y con él,
el terráqueo, todos los años, y en
todos los encuentros y sin embargo, eso que a mucha
gente les da seguridad y fuerza
para enfrentar el resto de su vida, a mí me dejaba indefensa
como si estuviera ante un fracaso
sentimental.
Enorme alegría esperándolo cada vez
y más grande la tristeza cuando, por alguna emergencia,
me dejaba para volver a la
estación espacial... o a su planeta maldito.
Una vez le escribí con
desesperación: No te quiero más, y el papel se mojó con mis lágrimas…
Hacía muchos años yo había sido
astronauta y volví a sentir el mismo abandono. Huérfana
de padre, que falleció en un
enfrentamiento espacial, viuda de mi primer esposo, que viajaba
por el espacio en largas guardias de
seguridad de nuestro planeta e investigador de la Red y
ahora él, sentí que en poco tiempo había
perdido para siempre los referentes más fuertes.
En cierta medida los hombres más
importantes de mi vida...
Él ya se había ido cuando noté
movimiento en el edificio de la estación cercana a la ruta.
Un Vigilante Espacial, V.E.,
de los que respiran argón, bien pertrechado, entrevió un bulto
informe en la ochava bajo un balcón que desprotegía su cuerpo sucio,
plagado de garrapatas, invadido de sarna. La senilidad y el abandono le
habían destruido el habla pero percibía
algunos sonidos.
Quizá era uno de los últimos que
habían ingresado en un viaje irregular. Su destino: un hospicio.
Su pasado: abandonó y fue abandonado.
El terrícola viejo, fracasado —nos
decimos los nemésicos—, es temido o
despreciado por sus
semejantes hasta que la vida ya no es vida sino una iniquidad que se
arrastra o quizá postrado en estado
cataléptico: el cuerpo ya no tiene sensaciones, queda
inmóvil, en una postura
indefinida.
Finalmente se había convertido en
una bestia ilegítima para su sociedad pero no para
nosotros, el V.E. lo fundió en una
sola mirada y afrontó la llamada telepática desde la morgue
que le reclamaba una respuesta.
El V.E. no lamentó perder un rato
de esa mañana diáfana de domingo (seguramente sería
recompensado) sólo esperó
pacientemente hasta que su presa fue abducida y se perdió en
las rondas en busca de otro
recuerdo.
“No perdamos la perspectiva, yo ya
estoy harta de decirlo, es lo único importante”
Quizá no debí expresarme así:
palabra errada y bola suelta no tienen vuelta.
Era domingo por la mañana. Otro
pequeño asteroide pasó el sábado cerca de Némesis.
Esta peligrosa situación se estaba
repitiendo con demasiada frecuencia. Ada Inés Lerner
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