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Amante fortuito |
años, insiste en un encuentro ocasional; tiene una familia numerosa. La joven, de
apenas dos siglos de edad, pisotea con desenfado los entornos de quien podría
llegar a ser su amante fortuito; Dante la espera. Zeus está más desubicado que
ella: dice que tiene un “Paraíso Paralelo”, e intenta presionar a la joven hacia la
aventura deseada, no tiene en cuenta que está tomando carrera hacia el Infierno
tan temido.
Orfeo,
tal vez, podría haberle avisado de los tormentos que le esperan en este
averno
cambiante que nació con la religión del Principe Solar, pero en cambio,
aún
furioso por haber perdido a su amada, prefiere ahogar sus penas en vasos y
vasos de licor de Estigia que no aciertan a borrarlas por completo.
Acostumbrado
a obtener lo que quiere, Zeus se convierte en toro, en lluvia, en
pavo real, en
todos sus disfraces; mas, acostumbrada a la luz del Arquetipo,
Beatrice
permanece impávida. Zeus comprende que todas sus formas son
míseras, y desea
hundirse en otra copa de vino. Cuando detecta que la
inconquistable mira hacia
otro lado, que lo quiere condenar al olvido,
recibe otra copa. Un viejo tuerto
se la confía.
—Bebe
—le dice—, para otro final digno de tu talla.
Zeus
apura el hidromiel, siente un furor que emerge de sus entrañas, y
acompaña al
tuerto a derramar la sangre bajo un cielo que ya les es ajeno.
Ada Inés Lerner
Martín Renard
David Filipiuk
Martín Renard
David Filipiuk
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