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Creating Art - Raquel Sequeiro |
— Entre la niebla —
Marcelo Sosa,
Ada Inés Lerner
La angustia parecía no tener fin.
Nadie nos daba ningún indicio de que
existiera algún fondo por tocar, una maldita tregua que nos permitiera respirar
sin esa sensación asfixiante que se apoderaba de nuestras gargantas cada día al
despertar. Los monótonos programas de la televisión satelital obligaron a mi
pulgar a realizar un frenético zapping. Tetas y culos se bamboleaban delante de
mí produciéndome una sensación de vacío abismal que sólo acentuaba mi
desesperación. No obstante la idea de apagar el televisor me condenaba a la
tiranía del tiempo que seguramente pasaría lentamente sólo para volverme más
loco de lo que estaba. Así y todo el teléfono sonó.
— ¿Salió?
—No. Diego murió.
La voz de Eduardo se deshizo en mis oídos como un terrón de azúcar al preparar un ajenjo. Las palabras se diluyeron en un diálogo forzado que ya no tenía ton ni son para mí. Mi angustia había aflojado. La muerte de un allegado suscitaba en mi una sensación de contrariedad. Pero el muerto era Diego, <el muerto es él; no soy yo>. Inevitable pensar que yo quedaba libre. La niebla en que estaba sumido se disipó.
En el funeral el muerto yacía <por tratarse de judíos> con el ataúd cerrado, los espejos y obras de arte cubiertos por níveas sábanas. Estaba la Estrella de David sobre el negro manto, las velas, gemidos, lágrimas, sollozos. Y los cuchicheos sobre los posibles traslados y ascensos que podrían resultar.
— ¿Salió?
—No. Diego murió.
La voz de Eduardo se deshizo en mis oídos como un terrón de azúcar al preparar un ajenjo. Las palabras se diluyeron en un diálogo forzado que ya no tenía ton ni son para mí. Mi angustia había aflojado. La muerte de un allegado suscitaba en mi una sensación de contrariedad. Pero el muerto era Diego, <el muerto es él; no soy yo>. Inevitable pensar que yo quedaba libre. La niebla en que estaba sumido se disipó.
En el funeral el muerto yacía <por tratarse de judíos> con el ataúd cerrado, los espejos y obras de arte cubiertos por níveas sábanas. Estaba la Estrella de David sobre el negro manto, las velas, gemidos, lágrimas, sollozos. Y los cuchicheos sobre los posibles traslados y ascensos que podrían resultar.
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