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Relato en pequeño formato - En mi voz -- Amigos

lunes, 20 de junio de 2016

El Valle de la Muerte - Ada Inés Lerner










—Si como creo hemos caído en el planeta del Valle de la
Muerte tendremos dificultades en salir rápido. —Mi copiloto, Rank, estaba en lo
cierto.

—¿Tenés noticias de habitantes permanentes aquí?

–No, no tengo referencias que los haya, solo viajantes esporádicos, científicos
del Servicio Meteorológico del Universo. El Valle de la Muerte, es el lugar más
caluroso y tiene el récord de la temperatura más alta jamás registrada desde
que existen sistemas de medición: 57,78 centígrados el 10 de julio de 1913.

—Lo único cierto es que no nos ahogaremos en un vaso de agua. –No sé porqué
Rank estaba de buen humor, la situación era difícil.

—Ja ja ja, no te gustó mi chiste, opino que deberíamos tomar los datos que
venimos a buscar y luego preocuparnos por arreglar esta cosa.

—No estoy de acuerdo, esta semana, precisamente el 5 de julio de 2053, el
Servicio Meteorológico informó que registró una temperatura de casi 54 grados y
creen que podrían seguir en ascenso —le dije en tono algo imperativo, como
corresponde a mi grado superior.

—El valle es un espectacular paisaje desértico, la cuenca de Agua Mala, ¡qué
ironía su nombre! Es la parte más profunda y caliente del valle. Quisiera grabar
y llevarlo como documental. —Rank hizo oídos sordos a mi decisión.

—¿No escuchaste lo que dije? Primero repararemos la nave. —El copiloto hizo un
gesto de fastidio—. Si no podemos salir rápido de aquí poco importarán tus
documentales.

La disidencia hacía que mis palabras subieran de tono, por lo que Rank se
retobó aún más. Intentó salir de la nave y para detenerlo, lo empujó. Rank me
trompeó y yo me golpeé la cabeza y caí herido. Abrió la escotilla y salió con
su cámara.

Malherido, decidí reparar solo el desperfecto. Busqué mis herramientas y el
agua necesaria para salir a la superficie; estábamos a 85 metros bajo el nivel
del mar. Observé que Rank no llevaba su provisión de agua, el calor es de los
más extremos y la aventura no permite más de dos días sin beber; supuse que lo
advertiría a tiempo.

A fines de junio de 2013 otros investigadores observaron que el termómetro
marcó 59 grados centígrados. Mi madre terrícola, María Carabajal, diría (en el
cercano pasado) que “igualito que en Santiago del Estero”, su provincia
argentina. Dicen que hoy es peor aún.

Como nuestro Sol alumbra permanentemente, conseguí terminar la reparación al
mediodía de nuestro segundo día pero no tenía noticias de Rank y poca provisión
de agua, por lo que solo podía esperarlo dos horas más.

A poco de partir, apareció Rank desfallecido. Arranqué la nave, me deslicé por
la superficie y antes de levantar vuelo Rank decidió quedarse en el Valle de la
Muerte.



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