Hacia el viernes
Me desprendí de los días inflexibles.
Aíslé el más tibio con curiosidad desplazada.
Lo rocé.
Recorrí el almanaque, rápido, el tiempo de ver, de haberlo visto, de adivinarlo
fascinante, insaciable.
El camino se fue inquieto.
Contradictorio como el deseo: en el momento en que el viernes llegó a su fin
el sol incendiaba el horizonte y renacía como el Ave Fénix;
el cielo tendió al azul de la noche y lo pude adivinar sin quemarme los ojos.
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